Indignación y desafección

A todos nos resulta evidente que vivimos tiempos muy difíciles y complejos. La crisis provocada por el COVID-19 ha tensionado y puesto a prueba a la administración pública, a los gobiernos y a la sociedad en general. Gestionar las consecuencias y los efectos colaterales no resulta nada sencillo y, a veces, llega a ser un camino lleno de contradicciones. No obstante, lo que esta gestión, por compleja que sea no tiene que ser nunca, es desigual y partidista, y desgraciadamente esto es lo que está viviendo Aran respecto del gobierno de la Generalitat de Catalunya.

La decisión del gobierno catalán de asimilar Andorra con el Alt Urgell a partir del 21 de diciembre es un ataque frontal a Aran y a su ciudadanía. Sobre todo porque hace semanas que desde el Conselh Generau d’Aran hemos llevado a cabo todas las gestiones que han estado en nuestras manos para evitar este agravio comparativo e injusto con nuestro territorio, sin recibir, y esto es lo qué indigna, ni una sola respuesta, de ningún tipo, por parte del gobierno catalán, dinamitando así el principio de respeto y lealtad institucional entre ambos gobiernos.

Lo que pide Aran es igualdad en el trato y en el criterio. Ni más y ni menos. Porque las fronteras estatales están abiertas (tanto la francesa como la española) y el problema reside en el cierre perimetral de Catalunya. Es por eso que la justificación del gobierno de la Generalitat para esta asimilación que dice (cito textualmente de la publicación del DOGC) “el Alt Urgell presenta especiales particularidades dado que mantiene con el Principado de Andorra excepcionales vínculos y relaciones, sociales, económicas y personales, que con una larga tradición histórica condicionan profundamente la vida cotidiana de su población”, no se entiende, de ningún modo que no se aplique también en el Valle de Arán en su relación con Francia. ¿Por qué no lo permiten? Sabemos, y compartimos, que la prioridad es la de salvar vidas, pero cuesta mucho comprender tanta injusticia y desprecio hacia nuestro territorio.

Desgraciadamente, este no es el primer agravio que Aran tiene que lamentar. La lista empieza a ser larga, demasiado larga y sorprende que quién la hace crecer desde hace años, sea un gobierno que se queja continuamente del trato que recibe por parte del Estado. Es la paradoja aranesa y empieza a tener un efecto directo en la desafección de la ciudadanía. Esperamos que el próximo gobierno de la Generalitat de Cataluña sea, al menos, más leal y más empático. No le será muy difícil.

 

Maria Vergés

Síndica d’Aran

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